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Había una vez en un principado lejano.... Tanto administradores como propietarios, luego de alguna agotadora asamblea, vuelven al seno de su familia y allí probablemente los espere un hijo o una hija en su camita esperando que vuelva papá para contarles un cuento. En Pequeñas Noticias, que sabemos que no es fácil inventar uno y los chicos se aburren de escuchar los ya conocidos, quisimos ayudarlos acercándoles uno para que su prole pueda dormir feliz y contenta. Había una vez, hace mucho... mucho tiempo, un castillo que dominaba un verde y fértil valle. En este castillo vivía un hermoso príncipe que rodeado de su corte compuesta de nobles, caballeros y bellas damas, reinaba sobre todos con graciosa justicia. Su carácter firme y su mirada inteligente le daban una expresión de halcón que atemorizaba a sus enemigos e impresionaba a las cortesanas.
En el castillo los nobles señores se aburrían. Mataban el tiempo flirteando con las damas que, haciéndose las ariscas, correteaban por el palacio llenándolo de sus cantarinas risas. Sus espadas se oxidaban, sus músculos se aflojaban, sus vientres se hinchaban con los excesos de comida y buen vino, pero como el principado no tenía grandes problemas se dedicaban alegremente a disfrutar de su buena suerte sin mayores sentimientos de culpa.
Pero todo esto son cosas menores. Este pequeño principado vivía en paz y en calma, aunque fuera de él, en el reino, las luchas entre los distintos feudos llegaron, por su violencia y saña, a poner en peligro la existencia misma de toda la región.
Un día a nuestra heroína se le ocurrió, para acercarse un poco mas al príncipe y hacerlo más popular a su pueblo, proponer en la corte, entre otras cosas, cambiar la forma de trabajo de los señores, prometiéndole a los labriegos que de esta forma se les aliviaría su carga. Esto a la hermana le cayó muy mal y se rió en su cara delante de toda la corte llenándola de vergüenza e ira. Esta historia tendría que terminar aquí, pero nuestra cortesana no era una mujer común. Ella tenía proyectos, sueños y algunas ambiciones personales. Para poder concretarlas necesitaba ascender en la corte y para eso tenía que estar más cerca del príncipe. Pero el problema era la dura hermana. Nuestra querida niña no disponía de los fondos de algunos de los caballeros más ricos del reino, ni la fuerza de Mambrú, ni siquiera de la preparación de la hermana del príncipe. Sólo podía contar con su extraña belleza y sus habilidades de mujer. Seducir al príncipe no fue tan difícil. Al fin y al cabo era un hombre y todo el mundo sabe que un hombre pierde la mayor parte de sus habilidades intelectuales ante los misteriosos ojos de una dama. Luego, en la intimidad, ante la insistencia del enamorado en cómo podía hacerla feliz, a ella sólo le restó decirle que quería llevar a cabo su pequeño proyecto para ayudarlo a ser más grande y fuerte. Mucho más que como nunca lo había soñado. Y así fue. Nuestra heroína se puso al frente de los labriegos y comenzó su propia guerra contra los señores. Estos que no estaban acostumbrados a luchar contra nada más difícil que una presa de pollo durante un banquete, recurrieron a Mambrú para que los auxiliara quien, descansando, trataba de comer unas aceitunas. Este inmediatamente puso manos a la obra y trabajosamente los reunió en una especie de ejército y, con la inesperada ayuda de una parte de los labriegos que dejaron sus olivos para empuñar una lanza, salió a la batalla.
La hermana del príncipe estaba furiosa. En la corte nadie la miraba. A las glamorosas fiestas ya no la invitaban. En la soledad de su cuarto reflexionó que su adversaria había resultado ser mucho más peligrosa que todos aquellos guerreros que habían regado con su sangre el campo de batalla. Ahora todos en el castillo, obsecuentes, querían estar cerca de la bella y misteriosa dama que había ganando el corazón de nuestro héroe demostrándole a su señor que ella era mucho más valiosa e importante para servirle y llevar las cosas del principado.
Esta
guerra fue la guerra entre dos mujeres que lucharon por tener un poco de más
poder usando el corazón de un hombre. |
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